miércoles, 2 de febrero de 2011

Ídolos y fanatismo.

Me resulta muy curiosa la figura del ídolo y su relación con los fans. Hablo, cómo no, del ídolo musical.
Elvis volvía locas a las fans con sus movimientos de cadera, pero ningún grupo ha generado tanto fanatismo (con nombre propio incluso) como Los Beatles.


Pocos conciertos suyos se pueden ver sin escuchar miles y miles de gritos femeninos por encima de la música. Chicas desmayadas, llorando y gritando hasta quedarse sin lágrimas ni voz. Algunas intentan llegar hacia ellos sin éxito.
Eran chicos jóvenes y guapos que cantaban canciones de amor, volvían loca a cualquier adolescente... A cualquiera y a todas.
Pero llegó un momento en que la cosa cambió. Los 4 chicos de Liverpool querían más, querían crear sonidos nuevos y experimentar, al igual que había ocurrido con Bob Dylan y su paso al rock, cuando llegó incluso a llorar por culpa de aquellos folkies que le abucheaban y le gritaban: ¡Judas!. Muchas fans no aceptaron el cambio, querían a sus ídolos como siempre, bien vestidos, bien peinados, cantando canciones de la misma temática una y otra vez.
Se encerraron, nada de conciertos. Ellos decían hola a nuevos estilos, ellas decían adiós a esos chicos que las habían vuelto locas.

Y se convirtieron en una leyenda.

Después de Los Beatles vinieron muchos grupos y artistas que volvían locas a sus fans. Guapos, provocativos, rompedores... Las fans los idolatraban, vivían por y para ellos. Algunas se convertían en groupies, unas simplemente buscando sexo y fama, otras buscando algo más.
David Bowie, Jim Morrison, Los Rolling Stones, Led Zeppelin...

Hay muchísimas historias de groupies que pasaron por los brazos de decenas de famosos músicos. Unas se quedaron con ellos durante toda o casi toda su vida, otras duraron poco con cada uno, infidelidades, asesinatos...
Me sigue fascinando esta relación mágica entre los ídolos y sus fans. Algunos ídolos quieren a sus fans, otros las odian, algunos las ignoran. Pero ellas siguen obsesionadas de forma enfermiza con unos hombres a los que probablemente nunca conocerán, a los que no conocen personalmente.
¿No es curioso?

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